Futbol y nacionalismo: cómo dejarte atrapar por el sentimiento.

¿A quién no le gusta el futbol? El denominado deporte rey levanta pasiones ahí donde pone sus botas. Es inaudito ver cómo millones de espectadores se quedan pegados a una pantalla sólo para ver cómo 22 millonarios le dan patadas a un pedazo de goma y cuero.

El futbol posee la magia de poder paralizar al mundo durante dos maravillosas horas en las que todo carece de importancia salvo lo que ocurra en el terreno de juego. Afortunadamente la diversión no acaba ahí, ya que los aficionados y los medios de comunicación tienden a calentar el partido previamente y disfrutan desmenuzando y juzgando cada ínfimo detalle con posterioridad.

Que nadie os engañe: las verdaderas estrellas somos los aficionados. Sin nuestra contribución, todo este tinglado resultaría imposible de mantener y grandes figuras como Messi o Ronaldo seguirían permaneciendo en el más profundo anonimato.

El futbol es así porque ha conseguido involucrarnos en él. Nos sentimos completamente identificados con un equipo al que apoyamos y defendemos como si nuestra vida dependiera de ello. Y es ahí donde se encuentra la paradoja: el hecho de que vibremos con el fútbol provoca que no seamos objetivos. Siendo sinceros: los árbitros siempre perjudican a nuestro equipo y favorecen a nuestro máximo rival. Y cuando ocurren peleas entre jugadores o cruces de declaraciones entre directivos son los que uno siente como propios los que tienen siempre la razón.

Esto sucede así porque el criterio que pudiera tener uno se ve mermado por los sentimientos de amor hacia su club o de odio al club rival, lo que provoca que uno tienda a posicionarse del lado que uno desea que tenga razón, aunque no necesariamente la tenga.

Con el nacionalismo catalán sucede algo similar. Por un lado, crean dos bandos supuestamente enfrentados por motivos históricos (Catalunya y España, los buenos catalanes y los fascistas, los oprimidos y los opresores) y a base de contar el mismo relato han conseguido infundir un sentimiento de odio a todo lo que fuera español.

Una vez lograda la discordia el resto sale solo, ya que los sentimientos encontrarán justificación a todo aquello que pueda ser contrario a sus ideales. No importa que los secesionistas aprueben una ley que desvirtúa el estatut por lectura única y sin dejar impugnar dicha ley a la oposición, recordad que es el Estado Español que está en contra de la democracia. De la misma manera que llamarán “presos políticos” a aquellos que están en la cárcel por violar el Estado de Derecho por el que tanto hubo que luchar.

Para qué engañarse: cuando consigues que alguien ligue una idea con un sentimiento, da igual lo que signifique esa idea porque a la persona en cuestión te la has ganado.

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